EL AKÁTHISTOS – LA ALABANZA A LA MADRE DE DIOS
El himno Akáthistos es el poema más célebre, que las Iglesias bizantinas cantan, en honor de la Madre de Dios; una verdadera obra maestra de la literatura y la Teología – Bizantina – Ortodoxa. Fue compuesto en el Siglo Séptimo y se lo atribuye a San Germán de Constantinopla.
Origen Histórico • Contenido teológico • El Akáthistos en nuestro tiempo
ORIGEN HISTÓRICO
Cuenta la Historia que en el año 626 d. C., estando, Heracleo Emperador de Bizancio, luchando en Armenia contra las tropas persas, el rey persa Quesirroes mandó sitiar a Constantinopla por el lado oriental. Al mismo tiempo, las tribus del Gran Khan de los Ávaros intentaban asaltar a Constantinopla por el lado occidental. Los pobladores de la ciudad estaban aterrorizados ante esta situación. Entonces el Patriarca Sergio hizo llevar en procesión, por toda la ciudad, el Icono de la Madre de Dios; mas exhortaba la población a no perder la confianza en su Infalible Intercesión y Protección. Esto ocurrió a fines de Julio de aquel año.
El primero de Agosto, doce torres de asalto de las fuerzas persas aparecieron detrás de las murallas. Los pobladores, cuando vieron subir a los enemigos para iniciar el asalto, imploraron a una sola voz y en un grito de temor: “¡Oh Madre de Dios, somos Tus siervos!”; y de manera milagrosa las tropas agresoras, si bien muy superiores en número y equipamiento, pudieron ser derrotadas por las milicias bizantinas; y las doce torres de asalto fueron volteadas; y cayendo a tierra aplastaron a los asaltantes.
Entonces, el Gran Khan trató de pasar el mar para unirse a sus aliados persas, pero una lucha marítima con la flota bizantina debilitó sus fuerzas, lo que terminó con un misterioso incendio aniquilando las que quedaban. Y así todas las tropas enemigas agresoras debieron huir, diezmadas y humilladas.
Maravillados por el milagro sucedido, los pobladores corrieron en masa a la Catedral de Santa Sofía para agradecer a “La Combatiente Poderosa”, cantando con júbilo: “¡Oh Madre de Dios, somos tus siervos!”.
Desde entonces las Iglesias – Bizantinas – Ortodoxas establecieron la celebración del himno del Akáthistos (que significa: Que se celebra estando de pie) durante los cinco primeros viernes de la Gran y Santa Cuaresma.
CONTENIDO TEOLÓGICO
Los Padres y Maestros Orientales nos dicen que el solo nombre de la Theotókos (Madre de Dios), contiene todo el Misterio de la Economía Divina. María es la Mujer enemiga de la Serpiente (el Demonio). María es el Arquetipo de la Iglesia, el Lugar de la sabiduría de Dios, Expresión de la integridad y la castidad del ser. María personaliza la Santidad Humana.
Esa integridad arquetípica la convierte en el Corazón de la Iglesia. Mas su simple presencia en medio de Ella, es ya insoportable a las fuerzas del mal.
María, al estar vinculada, en Su mismo ser, al Espíritu Santo, se nos constituye como consolación vivificante, salvaguarda y protección de toda criatura, y figura de la Iglesia en su protección maternal.
San Germán de Constantinopla, con la exuberancia que caracteriza a los Padres Orientales, plasma en el Himno Akáthistos los sentimientos que brotan a borbotones de su corazón. Prosa y poesía se entrelazan para expresar, a la vez, con acentos cálidos y personales, la Gloria al Hijo de Dios y las alabanzas a Su Madre por ese misterio de amor y ternura de Dios manifestado a los que, con corazón puro, lo buscan. Este misterio es el de la Encarnación que resplandece a la luz de la Pascua del Redentor. Es el misterio que “El Espíritu Santo, la mano del Padre, escribe la Palabra – el Verbo – sobre el libro virgen que es el seno de María”. Y es en esa percepción del misterio, que supera todo entendimiento, en esa sublime realidad que el autor contempla y experimenta, lo que le hace sentir su limitación e impotencia para expresarla adecuadamente: “…¡Oh Madre de Dios, que elogio digno de ti puedo ofrecerte…! ¡Lo único que puedo hacer es asombrarme y admirar…!”
Este inspirado himno contempla a la Madre de Dios en el proyecto histórico salvífico que tiene lugar desde la Creación hasta el Segundo Advenimiento de Cristo, y sabiamente armoniza los contenidos Cristológicos y Marianos, subordinando las alabanzas en estos últimos, a la glorificación divina.
EL AKÁTHISTOS EN NUESTRO TIEMPO
Hoy, como hace catorce siglos, los enemigos de Dios atacan la vida de los miembros de la Iglesia (el Pueblo de Dios): El individualismo, la desesperanza, la secularización, la despersonalización, el hambre de pan para el cuerpo y para el alma, la proliferación de ídolos, etc., son algunos de los muchos enemigos que están al acecho… Por todo ello y porque nuestra lucha es, principalmente, contra los espíritus del mal, como dice San Pablo en la carta a los Efesios (6: 10 – 17), espíritus del mal que se manifiestan tanto en nuestro obrar personal como en las estructuras sociales que hemos creado, es que necesitamos recurrir a la defensa infalible de la Madre de Dios.