Cristo y la Virgen

cristo_y_la_virgenJesucristo se encuentra en el centro de la imagen por lo que se le concede todo el protagonismo de la
representación. Sus rasgos no destacan la ternura de un recién nacido sino que aparece con la cabeza sostenida y la apariencia de un niño maduro. De esta manera se expresa su función como el Cristo y el Maestro de sus discípulos. Tal es el caso en los evangelios donde el
nacimiento de Cristo está representado como la venida de un salvador que guiará todo el pueblo y no como un niño que simplemente llenará el calor de un hogar. Sus vestimentas en pañales se basan en Lc 2:7 donde se dice que “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” como asegurando su naturaleza humana y ya también como símbolo de la sepultura que recibirá en una gruta similar en la que ahora está representado.


La virgen María es el personaje de mayor tamaño y el más cercano a Cristo. Esta proximidad habla no sólo de su rol como madre sino también su importancia en la realización del plan divino. María dijo sí al Señor cuando se le anunció la encarnación del Salvador en su vientre (Lc 1:26-35) y también es aquella que “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.” (Lc 2:19). En este ícono la Madre aparece reposada con un rostro distendido señalando que no ha sufrido en el nacimiento y afirmando así su virginidad. Además reposa sobre una roca plana frente a la gruta. Este tipo de representación tiene sus orígenes en las escuelas de íconos de Creta y del Monte Athos y se la observa a partir de obras del s. XV. Esta roca representa las profecías de Daniel:

“Estabas mirando, hasta que una piedra se desprendió sin que la cortara mano alguna, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó” (Dan 2:34)

El ícono interpreta que esta visión de la roca se cumple cuando la Virgen da a luz a Cristo quien vencerá las fuentes de todo mal y sufrimiento tal como esa roca de Daniel hizo desplomar a los reyes de este mundo. La virgen tiene también este rol principal en el Hermos de la Cuarta Oda de Navidad:

“Ha surgido un vástago del tronco de Jesé, y Tú, Cristo Dios como un retoño has brotado de sus raíces, procedes de la montaña cubierta por el vergel, pues te encarnaste de la Virgen que no conoció hombre. ¡Oh Dios, Tú que eres ajeno a la materia, gloria a Tu Poder, Señor!”

Este himno se encuentra en relación directa con Is 11:1-2 y señala a la Virgen como una montaña fértil de la que ha brotado el vástago de Jesé (el padre de David y el ancestro de Cristo según Mt 1:6 y Lc 3:31-32).

El color rojo es símbolo de martirio y sufrimiento y señala el sufrimiento por el que pasará la virgen al ver su propio hijo morir en la cruz. El anciano Simeón le dirá esta profecía en el evangelio de Lucas: “una espada traspasará tu misma alma” (Lucas 2:35, ver Ez 14:17 y Za 12:10). Es por ello que a la virgen se la representa con el rojo del martirio y el azul por otro lado es real y señala su nobleza al ser madre del Rey de los reyes y del Ungido que dará la salvación a todos los creyentes.

En Lc 2:12 El arcángel Gabriel le dice a los pastores: “Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.” Y en Lc 2:16 se cumple tal anuncio: “Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.” El pesebre (en griego: fánte) es el recipiente en el cual se coloca el alimento de los animales domésticos. No es para nada el lugar habitual donde se coloca un recién nacido. La razón de tal suceso es que José y María no encontraron aposento donde dar a luz (“porque no había lugar para ellos en el mesón.” Lc 2:7) y tuvieron que vivir en un establo que generalmente en la zona de Belén era una gruta en la montaña.

Los Evangelios no mencionan la gruta como tal pero esta aparece en los escritos no canónicos como en el evangelio apócrifo (no canónico) de Santiago. La gruta es de color negro porque representa la oscuridad en la que está el ser humano que Jesucristo viene a iluminar con su blanca luz, por ello el color blanco de sus vestimentas. La profecía de Is 9:1 dice: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; a los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.”

El toro y el asno son también todo un símbolo que procede de la profecía de Isaías 1:3: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento.” Esta profecía denuncia la ignorancia del hombre de no reconocer quién es el verdadero Señor y amo de su vida. Aquí son ellos quienes acudieron en primer lugar en reconocimiento de su amo y señor. Además la versión griega de los Setenta de Habacuc 3:2 dice que “Tu, Señor, serás conocido por los dos seres vivientes”. En el siglo IV los grandes padres de la Iglesia tales como Gregorio de Nisa y Gregorio de Nacianzo ven en estos dos animales una representación simbólica de los judíos y las naciones. Los judíos están representados por el toro en el sentido de sus prácticas religiosas de ofrecer novillos en sacrificio mientras que el asno representa la ignorancia de las naciones acerca de toda la historia de revelación divina. Este paralelo se muestra en concordancia con el paralelo de los magos y los pastores en el que los pastores representan el pueblo judío mientras que los magos representan las naciones.

los_pastores los_magos las_parteras la_duda_de_jose
Los pastores Los magos Las parteras y el baño del niño La duda de José