La Epifanía

Tradición Oriental y Tradición Occidental • ¿Contradicción o enfoques diferentes? • La Tradición Oriental • ¿Por qué el 6 de Enero? • La Importancia de la Fiesta • La Tradición Occidental

Tradición Oriental y Tradición Occidental

baptism-of-christ-icon-446La epifanía oriental celebra el Bautismo de Cristo en el río Jordán por Juan el Bautista o
“Precursor” (en griego prodromos), como el evento de la manifestación de Cristo como el Hijo de Dios y su corolario, la manifestación de Dios en la Trinidad, y también como el evento que marca el comienzo de la misión salvífica de Cristo. Esto se manifiesta particularmente en la celebración de la Gran Bendición de las Aguas (Megas Agiasmos), que evoca el Bautismo de Cristo y constituye un aspecto conspicuo de la celebración oriental.

La Epifanía occidental celebra la veneración del Cristo recién nacido por los sabios magos orientales como el evento que marca la manifestación de la divinidad de Cristo a las naciones. Especialmente desde tiempos medievales, el cristianismo occidental desarrolló una elaborada tradición alrededor de estas figuras orientales —fijando su número en tres e identificándolos con tres reyes, llamados Melchor, Gaspar y Baltasar—, una tradición que incluía el redescubrimiento de sus cuerpos en la iglesia de san Eustorgio en Milán (1158), donde habían sido trasladados desde Constantinopla en el siglo IV, y su retraslado y depósito en la catedral de Colonia por Federico Barbarroja (1164).

 

¿Contradicción o enfoques diferentes?

Esta divergencia suscita naturalmente un número de cuestiones, tanto históricas como teológicas, a la que los liturgistas han suministrado diversas respuestas. Sobre todo, se plantea la pregunta: ¿implica esto alguna contradicción? Creo que aquí no hay contradicción alguna, ya que ambas celebraciones conducen a la misma verdad primordial: la manifestación divina de Cristo y su corolario, la divina manifestación del Único Dios en la Trinidad.

Por otra parte, debe decirse que el modo en que las dos tradiciones relacionan la Epifanía con las otras grandes fiestas del Año litúrgico, sugiere una diferencia de enfoque respecto al misterio de Cristo y a la salvación que acarrea. La tradición oriental vincula la Epifanía a la misión salvífica de Cristo y considera a la Pascua y Pentecostés como su resultado final y salvador. La tradición occidental vincula la Epifanía a la vida terrenal de Cristo, y considera a su objetivo como una gradual revelación de la persona salvadora de Cristo.

El propósito de este artículo no es ocuparse en temas de liturgia comparada. Es simplemente facilitar una comprensión más clara de las celebraciones occidentales y ortodoxas orientales de Epifanía, ya que estas celebraciones no parecen ser fácilmente entendidas por los cristianos corrientes, ortodoxo orientales y occidentales, aunque viven en cercana proximidad, unos con otros, aquí en América. Después de todo, la repetición anual de la fiesta proporciona una gran oportunidad para el crecimiento en la comprensión y el aprecio de las riquezas de la Tradición cristiana.

 

La Tradición Oriental

Los eruditos nos dicen que, en el Oriente cristiano, la Epifanía es la más antigua fiesta del Señor luego de la Pascua, y fue siempre celebrada el día 6 de Enero. La primera referencia a la Epifanía se encuentra en Clemente de Alejandría, al fin del siglo segundo. Si la Pascua marcó el clímax de la obra salvadora de Cristo, la Epifanía marcó la revelación de la persona divina de Cristo, la cual expuso el misterio de Dios e inició el proceso de la salvación del hombre.

Originalmente, la Epifanía conmemoraba el Bautismo de Cristo, siendo su Nacimiento a lo mejor incluido implícitamente. San Juan Crisóstomo explica las razones por las cuales es de este modo: “¿Por qué no es el día en que Cristo nació llamado Epifanía, sino el día en que fue bautizado? Porque no fue manifiesto a todos cuando nació, sino cuando fue bautizado” (Homilía 24 sobre el bautismo de Cristo). En algunos lugares, no obstante, no sólo el nacimiento sino también algunos acontecimientos adicionales de la vida de Cristo son incluidos en la celebración de Epifanía (v. gr. el primer milagro de Cristo en Caná).

Lo que es particularmente interesante de observar es que, en los primeros siglos cristianos, la víspera de Epifanía, Pascua y Pentecostés ( y Navidad posteriormente), fueron las solemnes ocasiones de iniciación cristiana a través del bautismo. El vestigio de esta práctica es hoy el canto del himno bautismal en la Divina Liturgia celebrada en estos días: “Como muchos de vosotros habéis sido bautizados en Cristo, habéis sido revestidos de Cristo. Aleluya”.

Fue en el siglo cuarto que el nacimiento de Cristo comenzó a ser conmemorado como una fiesta separada el día 25 de Diciembre, permitiendo a la Epifanía concentrarse en el Bautismo de Cristo, y celebrarse el 6 de Enero como lo es hoy todavía. Hay evidencia que la fiesta de navidad, como fiesta separada, fue primero introducida en Roma (alrededor del año 335), y fue gradualmente adoptada por las Iglesias Orientales (desde 376 en adelante).

 

¿Por qué el 6 de Enero?

¿Por qué fue el 6 de Enero escogido para Epifanía, y por qué fue el 25 de Diciembre introducido para el Nacimiento de Cristo posteriormente? Los eruditos proveen varias respuestas. Una de ellas nos dice que, de acuerdo al antiguo calendario egipcio, el 6 de Enero era el día del solsticio de invierno, el día más importante de celebración religiosa para los paganos. Algunos paganos (especialmente los egipcios) celebraban en este día la conquista de la oscuridad invernal por el invencible dios-sol. Otros celebraban la aparición y glorificación del dios-emperador en una ciudad (especialmente los romanos). Los cristianos, que reconocían a Cristo como “el sol de justicia” (Mal. 4, 2) y la “luz del mundo” (Jn. 1, 9 y 8, 12), reemplazaron el culto al dios-sol pagano y la glorificación del dios-emperador por el culto de Cristo.

Posteriormente, en el Nuevo calendario romano, se situó el solsticio de invierno el día 25 de Diciembre, y se proporcionó la ocasión para otra celebración pagana. Los cristianos encontraron la oportunidad para introducir una nueva fiesta, Navidad, conmemorando el nacimiento de Cristo, quien es Emmanuel, Dios con nosotros.

Lo que es importante observar aquí es que el fenómeno natural de la “conquista” de la oscuridad invernal por parte del sol dejó de ser visto como divino, o como un signo de la aparición de un líder humano deificado. En cambió, se volvió una ocasión para celebrar la manifestación del Dios verdadero como hombre, venciendo la oscuridad de la ignorancia y el pecado que llevó a la humanidad a estar alienada del verdadero Dios y a rendir culto a la creación antes que al Creador.

 

La Importancia de la Fiesta

El establecimiento de la Navidad no disminuyó la importancia de la Epifanía, la cual está denotada por el período de tiempo de su celebración. Es celebrada desde el 2 al 14 de Enero. El 6 de Enero es el principal día de la fiesta. Los 4 días que la preceden constituyen la ante-fiesta (proeortia) y los 8 días posteriores a ella la post-fiesta (metheortia). La ante-fiesta es más breve a causa de la celebración de la Circuncisión de Cristo (siglo octavo en adelante), el 1º de Enero (que es también el día de la fiesta de San Basilio); sin embargo, incluye una elaborada celebración en la víspera de la fiesta, como ocurre en Navidad y Pascua. La post-fiesta incluye la Synaxis de San Juan Bautista (7 de Enero), el Domingo después de Epifanía y la despedida de la fiesta (14 de Enero).

El profundo significado de la fiesta es revelado en los varios y maravillosos himnos que son cantados en ella, y en las lecturas bíblicas. Hay dos himnos característicos que resumen este significado perfectamente: el apolytikion (tropario) y el kontakion. Estos rememoran cómo Cristo, en su Bautismo, fue proclamado Hijo de Dios muy amado, en Quien Dios está muy complacido y el Espíritu de Dios reposa (Mt., 3, 17), y cómo esta revelación constituye un evento de esclarecimiento e iluminación divina.

“Cuando en el Jordán fuiste bautizado, Oh Señor, el culto de la Trinidad fue hecho manifiesto. Porque la voz del Padre dio testimonio de Ti, llamándote Su Hijo amado, y el Espíritu, en forma de paloma, confirmó la veracidad de la palabra. Oh Cristo, que te manifestaste e iluminaste al mundo, gloria a Ti” (Apolytikion).

“Te has manifestado hoy a todo el mundo, y tu Luz, Oh Señor, se apareció sobre nosotros, que con razón te rogamos: ¡has venido y Te has manifestado como Luz Inaccesible!” (Kontakion).

Finalmente, la Gran Santificación de las Aguas, que es observada dos veces, en la vigilia y en el día de la fiesta, pone de manifiesto el mensaje de salvación. “Cristo no fue bautizado en orden a ser santificado, sino de santificar las aguas y a través de ellas conferir la divina santificación a toda la humanidad” (Gregorio Taumaturgo). Este es exactamente el don que es concedido a todos los hombres cuando son bautizados en Cristo. El bautismo une a los hombres a Cristo, confiriéndoles la remisión de los pecados y la vida eterna a través de la gracia santificante de Dios. La santa agua bendita en Epifanía es una gran bendición, muy estimada por los ortodoxos, que la usan para santificar sus lugares y a sí mismos.

 

La Tradición Occidental

Los eruditos nos dicen que los orígenes de la fiesta de Epifanía en Occidente son algo oscuros. Hay un consenso de que la Epifanía fue primeramente introducida en la Iglesia occidental desde el Oriente en el siglo cuarto, aproximadamente al mismo tiempo que la nueva fiesta de Navidad se arraigó en la liturgia romana.

La Epifanía fue establecida primero en el Occidente en lugares que tenían contactos especiales con el Oriente, tales como Galia, España y la alta Italia, donde mantuvo un contenido oriental, conmemorando el Nacimiento y Bautismo de Cristo, y otros acontecimientos. Estas tradiciones fueron reemplazadas cuando la autoridad de Roma se incrementó sobre estos lugares, dado que Roma seguía otra tradición.

Fue también observada en Roma, conmemorando al principio el Nacimiento y Bautismo de Cristo, mas aquí vino a ser asociada principalmente con la visita de los sabios magos a Belén, especialmente después del establecimiento de la fiesta de Navidad el 25 de Diciembre. Hay evidencia de esto en los Sermones del Papa León (+ 461).

De acuerdo a una teoría, la asociación de la Epifanía con los sabios del Oriente pudo haberse debido al traslado, en el siglo cuarto, de las supuestas reliquias de los Magos desde Constantinopla a Milán, tradición reavivada en la Edad Media, como apuntamos más arriba. En todo caso, la Epifanía occidental fue fijada el duodécimo día de Navidad, esto es, el 6 de Enero.

Dado lo dicho, ¿cuál es el significado de la Epifanía para la Iglesia occidental? Es principalmente la manifestación de Cristo, divino salvador, a los gentiles; mas es también el reconocimiento de Cristo por parte de los gentiles. Este doble significado es expresado por la forma en que la Iglesia de Occidente interpreta la ofrenda de oro, incienso y mirra por los sabios Magos. Por un lado, se vio a estos dones como símbolos de tres aspectos de la vida de Cristo, como rey, sacerdote y profeta. Por el otro, re-presentó la ofrenda, en varios sentidos, por medio de la institución de adecuados actos de ofrecimiento: al pobre, a la Iglesia y al enfermo.

Se logra una mejor perspectiva de la Epifanía occidental cuando se recurre a los seis Domingos de Epifanía, que siguen luego de esta y conducen a la Tradición occidental al nuevo tiempo de Cuaresma. Estos Domingos de Epifanía conmemoran la auto-manifestación de Cristo: 1) a la edad de doce años en el templo; 2) en su primer milagro en Caná de Galilea; 3) en su curación del leproso y del esclavo del centurión romano; 4) en el apaciguamiento de la tormenta en el mar de Galilea por el bien de sus discípulos; 5) en su enseñanza sobre el bien y el mal expuesta en su parábola del trigo y la cizaña y, 6) en su enseñanza sobre la gloria futura, tal como está expuesta en su parábola del grano de mostaza.

No hay duda que, tanto la tradición oriental y occidental de Epifanía, comparten un mensaje común: la manifestación de la identidad divina y de la obra salvífica de Cristo. La diferencia se halla en el ethos y el énfasis. La Tradición oriental parece estar más en sintonía con el aspecto dramático y teofánico del ministerio de Cristo, mientras la Tradición occidental parece estar procurando seguir al Jesús histórico tal como se despliega a través de sus obras y palabras. La primera es más vertical; la otra más horizontal. De la combinación de ambas sólo podría resultar una fuente de enriquecimiento.